El Cedral. Fiestas en Honor a la Santa Cruz


Por Víctor Hernández Luna


“Nos dirigíamos para allá – al poblado de El Cedral –, porque tenemos fe a la cruz, la que salvó a Don Casimiro Cárdenas y a su familia de que los mataran, cuando la Guerra de Castas. Muchos dicen que Don Casimiro encontró la cruz en su sabucán, otros que se le apareció, pero la verdad es que nosotros le tenemos mucha fe, porque a varias personas les ha concedido milagros y por eso la celebramos cada 3 de mayo”.

Las fiestas en honor a la “Santa Cruz”, en el poblado de El Cedral en la Isla de Cozumel, son de las más añejas en el Estado de Quintana Roo. Según los datos sobre esta celebración católica, data desde 1848, cuando Don Casimiro Cárdenas, oriundo de Sabán, Yucatán, huyendo de la Guerra de Castas, llegó a Cozumel.

De acuerdo al cronista vitalicio de Cozumel, Velio Vivas Valdés, en su libro “Travesía por la Historia de Cozumel”, señala que “Casimiro Cárdenas logró llegar a Cozumel en el primer grupo de repobladores. Y considerándose a salvó inició la celebración posiblemente en el mismo 1848 ó 1849. Sin embargo, siendo de ocupación agricultor, y buscando tierras más adecuadas para el cultivo, al poco tiempo, se estableció en el poblado de Santa María, al que rebautizó como El Cedral”.

“Llegábamos por ay del 24 de abril para rezar las novenas, hacíamos rezo en la mañana y en la noche, y a cada familia le tocaba su novena. Luego, cuando terminábamos de rezar comíamos en casa de la familia Cárdenas donde nos daban cochinita, relleno negro, frutas que antes había mucha en El Cedral y de tomar refresco natural”.

Los elementos de las fiestas de El Cedral, en sus inicios, son casi desconocidos, salvo el hecho de ser netamente religiosos, acompañando a la familia y pobladores en rezos continuos a la “Santa Cruz”, y estos pudieron ser tanto triduos, según las costumbres católicas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, o bien de las novenas actuales.

La tradición oral destaca que al término de cada rezo, la familia o familias encargadas de las novenas, ofrecían una comida para los invitados.

La introducción de la vaquería, elementos festivos de la Península de Yucatán, tampoco están registrados, aunque, nuevamente, la tradición oral destaca que en la década de los 50’s, ya se llevaban a cabo algunos festejos como el baile y el acercamiento de los habitantes de San Miguel de Cozumel.

“Me acuerdo que salíamos desde Cozumel en la madrugada, a eso de las cinco de la mañana, y nos íbamos por la playa por un caminito que había por el monte, a veces a caballo, a veces a pie, otras en barco. Pasábamos por Chankanaab y veíamos la laguna y a veces en la tarde nos metíamos a nadar. Llegando al Paso de El Cedral, agarrábamos camino para el pueblo”.

El cronista vitalicio de Cozumel destaca que en la década de los 60’s, aun cuando se encontraban pocos habitantes en El Cedral, con la construcción de la carretera que conducía por la costa a la zona sur de Cozumel, y tenía un entronque hacía el poblado, las fiestas se volvieron más comerciales, dejando en manos de las autoridades municipales, en 1975, el ordenamiento de la feria y dejando a la familia Cárdenas el desarrollo de las actividades religiosas, y culturales.

Es a partir de este momento en el que se inicia una nueva tradición que se conoce en la actualidad, con la incorporación de una feria, carreras de caballos, peleas de gallos, expo ganadera, ventas de comida y antojitos, bebidas frescas y alcohólicas, bailes populares y otros que se acostumbran en esta celebración.

Sin embargo la esencia religiosa continúa con la celebración de las novenas, correspondientes a cada familia cedraleña, y cuyo arraigo sigue por la creencia en la cruz que salvó hace más de 167 años al fundador de esta tradición.

“Una vez, por echar de los cuetes voladores, uno de estos cayó en el techo de la capilla, que en ese entonces era de huano, y comenzó un fuego grande, que todos los hombres ahí presentes apagaron a cubetazos de agua. Y aun cuando el fuego quemó gran parte del lugar, la cruz que veneramos estaba intacta, no le pasó nada, ni siquiera porque es de madera. Nos pusimos a rezar y dar gracias a Dios, porque para nosotros eso fue un verdadero milagro”.

El bastonero mayor, Don Eligio Cárdenas Montero, descendiente directo de Don Casimiro, junto con los ejidatarios, se encargan de elegir a la madrina y la reina, al tiempo que participan niñas, jovencitas, niños y adolescentes como capullos, botones, flores y bastones de las festividades de El Cedral.

Las fiestas que inician desde el 24 de abril, culminan el día 3 de mayo, fecha precisa de la celebración a la “Santa Cruz”, con una misa para todo el pueblo, seguido de la convivencia con el baile de la Cabeza de Cochino o Pol Kekén, según el término maya destinado a este evento que ameniza regularmente una banda yucateca.

Según una descripción en una página Web del Gobierno de Yucatán, el simbolismo del baile de la Cabeza de Cochino, se desarrolla desde “la casa del jefe de los organizadores – nos dice Pacheco Cruz en su libro “Usos, Costumbres, Religión y Supersticiones de los Mayas” – sacaban una procesión de la cabeza del cerdo para llevarla a la casa principal como cortesía a los amos (para esto), colocaban en una mesa pequeña bien limpia una cabeza de cerdo en barbacoa, en jaula arqueada, tejida de madera y adornada con papeles multicolores y cintas angostas, poniéndole además a los lados: panes de harina, rollos de cigarros de joloch, mazorcas sancochadas y en pibil, medias botellas de anís; monedas de plata en los ojos (del cerdo) y en la boca un buen trozo de pan blanco conocido generalmente en Yucatán como ‘francés’. La mesita la adornaban de igual manera que el arco de la jaula; en los laterales y al frente prendían largas cintas que asían las bailadoras en traje de vaqueras (es decir, con sombrero y banda), puesto que tenían que bailar (bajo el sol) cuando la llevaran al salón donde la homenajeaban a todo ritual”.

En El Cedral no se tiene gran diferencia, tomando en consideración que cada familia baila alrededor de varias mesas, portando una bandeja con una cabeza de cochino, sancochada y con panes alrededor, banderas de colores, vestidos a la usanza tradicional: los hombres con pantalón blanco, filipina o guayabera blanca, alpargatas, pañuelo rojo y sobrero blanco; las mujeres con zapatos abiertos, terno, peinadas a su gusto y ataviadas con joyas de oro.

En la pista no puede faltar el Xtabentun, llevado en calabazos y repartidos a los danzantes, el maíz arrojado como símbolo de abundancia y el palo con listones de colores que se van entrelazando a cada paso.

“A veces algunas personas llegaban con una banda, y tocaban el ‘Torito’, ‘Las Mujeres se pintan’, ‘Cochino Coi Coi’ y otros  que nos hacían bailar hasta que amanecía, a veces en un piso de cemento que había de una casa abandonada, o en la calle, pero nos divertíamos sanamente”.

Cozumel y su relación con la Santa Cruz

Bernal Díaz del Castillo, cronista de La Conquista, relata en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España: “… y dentro de diez días que navegamos vimos la Isla de Cozumel, que entonces la descubrimos cuando vinimos con Hernández de Córdoba” – en 1517, pero fue en 1518, según se describe en el Itinerario de la Armada del Rey Católico a la Isla de Yucatán, que: “era lunes 3 de mayo de 1518 cuando la tripulación observó en el horizonte una nueva tierra, y llegando cerca de ella vimos una casa blanca que era una torrecilla que parecía una casa de ocho palmos y de la altura de un hombre […] y por ser día de la Santa Cruz llamamos así aquella tierra”, hoy Cozumel.

Fue en esta expedición de 1518, comandada por Juan de Grijalva, que los españoles desembarcaron en Cozumel para que el 6 de mayo del mismo año, celebraran en lo que es hoy territorio mexicano la primera misa católica, iniciando con esto un proceso de aculturación, de conquista religiosa, de un sincretismo cuyo resultado es aun evidente en la idiosincrasia de una isla inmersa en la modernidad del turismo.





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