“WILMA”, MEMORIA COLECTIVA DE LA FORTALEZA

Texto: Víctor Manuel Hernández Luna.

Fotos: Alejandro Moreno Peña.

Octubre 21, 2015

El tiempo se mide por años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos, y sin embargo también es factible medirlo con experiencias, sucesos específicos, referencias que sólo la memoria particular guarda o comparte con otro. La memoria colectiva es similar o aparenta serlo.

El 21 de octubre de 2005, según la fecha precisa, el huracán “Wilma” de categoría cinco, acorde a la escala Saffir-Simpson, azotó Cozumel durante 54 horas. Muchos recuerdan el paso de este fenómeno como el de mayor intensidad y destrucción que otros en décadas anteriores.

El recuerdo de cada uno de los cozumeleños toma la referencia como “cuando mi hija tenía dos años”, “cuando pasamos dos días de encierro”, “el día de mi cumpleaños”, “una semana antes de la partida de tal o cual familiar, amigo o conocido”, elementos todos válidos. La memoria colectiva marca el día de la “unidad y fortaleza de Cozumel”.

“Wilma”, como todo fenómeno hidrometeorológico, surgió repentinamente como una depresión atmosférica, en el sur del Caribe. Había sido detectada desde el 15 de octubre, y siguiendo su trayectoria, había evolucionado rápidamente a tormenta tropical para el día 17.

Mientras se daba el crecimiento de “Wilma”, en tierra, se realizaba el seguimiento correspondiente y muy al pendiente de su desarrollo, pues su trayectoria errática no permitía definir el sitio de afectación.

No obstante la ausencia de datos, era seguro el diámetro de esta masa de “mal tiempo”, que avanzaba sin contratiempos por el Caribe.

Localizado en las cercanías de Jamaica, había evolucionado al nivel de huracán en la categoría 1 en las primeras horas del día, y a 2 para la noche.

Sin embargo éste fue sólo el inicio de lo que después se convirtió en un monstruo meteorológico, pues para las siguientes horas del día 19, había superado las categorías 3, 4 y llegaba a la 5 con vientos superiores a los 250 kilómetros por hora.





LOS PREPARATIVOS

Las autoridades, en ese momento pendientes del meteoro, dando seguimiento a través del Comité Municipal de Huracanes, habían analizado la situación y recomendaban a la población tomar las debidas precauciones, ya que aun cuando se tenía una trayectoria errática, el diámetro del fenómeno era bastante amplio como para recibir afectación.

Desde el día 15 de octubre, se había instalado una comitiva de seguimiento en el que participaban tanto autoridades civiles como militares para determinar la situación de “Wilma”.

En la memoria de algunos cozumeleños, los preparativos para recibir este potente huracán, iniciaron con asegurar su patrimonio y adquirir víveres en los centros comerciales que rápidamente vaciaban sus anaqueles que tardaban más en llenar.

Situación similar ocurría en las gasolineras donde se prevenía con el combustible necesario para hacer funcionar generadores de energía eléctrica y los vehículos a utilizar.

El sector turístico empezaba a suspender actividades desde el día 18 y para el 19 no llegaron cruceros.

El tiempo transcurría y los cozumeleños se hallaban preparados, listos para los embates de este huracán, aunque no se determinaba aún si tocaría tierra en la isla o se recibiría algunos de los cuadrantes.

La evacuación inició desde el día 20. Los pronósticos aun no divisaban a la isla dentro del área de impacto pero la prevención, fue primero. El día 21 se esperaba ya a “Wilma”, por la tarde todo mundo estaba resguardado y listo.





EL IMPACTO

Los vientos se sentían desde las primeras horas de la mañana del día viernes 21, por la noche la lluvia constante, en el malecón la arena y el sargazo eran lanzados por el oleaje a lo largo y ancho.
La memoria evoca el encierro, el sonido de la lluvia, los fuertes vientos, la falta de energía eléctrica para los primeros minutos del día 22.

En estos recuerdos se ubica el calor encerrado en las casas, la zozobra de estar pendiente y la desesperación al día siguiente por no poder salir. Los efectos del meteoro no cesaban, aún no había aviso de calma, ni siquiera el ojo del huracán.

En otros sitios, la preocupación por la subida en los niveles de agua, obligaba a los refugiados a tratar de sacar el líquido de distintas formas: al patio, a la misma calle a riesgo de resultar lesionados, el objetivo era evitar una inundación.

En colonias como la Flamingos, era menester, buscar la forma de resguardarse aún más. Los techos de las viviendas se mostraban frágiles y estaban cediendo al viento fortísimo que se sentía ya por la madrugada del día sábado.

Para el mediodía del día 22 era evidente el paso del ojo del huracán. El sonido ensordecedor del viento, para después sentir un poco de calma y tras varios minutos nuevamente el viento y lluvia sin cesar.

Momentos de temor y quizá alivio para muchos al pasar lo peor, aunque seguían los embates de este huracán, pues se hallaba estacionario a escasos kilómetros al norte de Cozumel.

Para quienes se hallaban en refugios, el miedo a lo peor, la preocupación por su patrimonio, la espera y desesperación por salir, fueron parte de la situación que no mermó sino hasta el domingo 23.

Fue ese día cuando desde la madrugada muchos de los cozumeleños salieron a observar el desastre.





 

LOS DAÑOS

Saliendo desde cualquier punto, el panorama de la isla era desolador. Postes de energía eléctrica caídos, algunos colgando, árboles en la misma situación y otros arrancados desde raíz.

Fuera de las colonias periféricas, el centro se hallaba lleno de arena y sargazo, peces muertos en el malecón. Un contenedor a la altura de PAMA, un cuerpo arrojado por las olas.

La rapiña de los negocios destruidos, arrasados desde su interior por las fuerzas naturales. Muchos curiosos en busca de algo qué hallar: cigarros importados, cremas, perfumes, aparatos electrónicos, ropa, joyas, todo lo posible de hallar entre los desechos.

Sin energía eléctrica, sin servicios elementales, Cozumel vivió una espera que se hacía interminable para poder adquirir alimentos frescos, agua, todo lo necesario.

Cientos de turistas fueron atendidos. No hubo baja entre sus filas y menos entre los habitantes. Toque de queda a partir de caída la oscuridad. Vigilancia para evitar delitos y la fórmula para la recuperación del destino.

Muelles fuera de servicio. Un palacio municipal destrozado. El entonces subsector naval desaparecido, con sólo unos cuantos pilares. El Parque del Sol en caletita desaparecido totalmente.



LA FUERZA NACIENTE

Los daños por “Wilma” sacaron muchas cosas negativas tras su paso, sin embargo es claro, y quedó plasmado en la memoria de la comunidad, que desde recuperada la calma, los pobladores salieron a limpiar el frente de sus casas, preguntar al vecino cómo se encontraba; ayudar a todos y buscar a los familiares para poder apoyarlos.

Ser “Sobreviviente de Wilma”, fue una frase, más que comercial, una forma de hallar la fuerza necesaria para recuperar lo que se creía perdido.

Durante días la única ocupación de todos fue el de buscar la forma de recuperar todo.

Hacía falta reactivar el turismo, y para ello se requería del trabajo de todos: “Cozumel estaba de pie” y era también la motivación para mantenerse en forma para lograrlo.

Fue un suceso que marcó a más de 80 mil habitantes, sólo en Cozumel, en el resto del Estado había mucho qué hacer también ante los daños causados.

Cozumel en su condición de isla se mantuvo firme.

La memoria permite el orgullo, evoca esos momentos, esa fuerza en la que como referencia se manifiesta la fortaleza del colectivo, mientras que en el recuerdo particular, las edades de los hijos, el encierro, las fechas previas o posteriores al paso de “Wilma”, colocan la temporalidad que a diez años de distancia da la pauta para no caer, para seguir creciendo fuerte ante la adversidad.

Esta es la verdad de Cozumel, de quienes han vivido aquí durante años y de quienes llegan y se integran a una comunidad que alejada por su crecimiento, está muy cercana ante la adversidad.






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